Entre los años 1970 y 2020, es decir en un periodo de 50 años, más de 400 mil ciudadanos españoles sufrieron abusos sexuales, vejaciones o agresiones de carácter sexual por parte de sacerdotes, curas, religiosos o personas laicas con alguna vinculación orgánica a la Iglesia católica española.
El Defensor del Pueblo español, presidido por el académico y filósofo Ángel Gabilondo, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), presentó ante el Congreso de los Diputados un histórico informe, de 770 páginas, en las que se narra el horror de una realidad cotidiana silenciada y oculta, en la que la mayoría de las víctimas eran niños y adolescentes de ambos sexos, si bien entre las víctimas había más de un 68 por ciento del género masculino.
El informe (que se puede leer íntegro en este link: https://www.defensordelpueblo.es/wp-content/uploads/2023/10/INFORME_abusos_Iglesia_catolica.pdf) es asomarse al catálogo de los horrores del abuso sexual y de autoridad por parte de los sacerdotes, curas y religiosos en España, que a partir de este documento se convierte en el país el mundo con más casos registrados en este tipo de delitos, por delante de países como Irlanda, Francia o Portugal, donde cuando salieron a la luz los abusos continuados de la Iglesia provocó una inmensa conmoción social.
De ahí que el Defensor del Pueblo español exigió la creación de un fondo del Estado de compensación económica para las víctimas y un acto público para pedirles “perdón”, tanto desde las más altas instituciones de la Iglesia católica como desde la esfera pública, por haber “silenciado” estos abusos continuados durante tantos años.
El informe del Defensor del Pueblo se basa en una encuesta realizada por la empresa de estadística GAD3, que realizó un estudio basándose en más de ocho mil entrevistas, de las que se concluyó que un 0,6 por ciento de los encuestados reconoció haber sufrido abusos por parte de un sacerdote o un religioso. Pero el porcentaje es casi el doble (1,13%) si se engloban los abusos “en el ámbito religioso”, aunque fueran infligidos por laicos. De ahí la cifra de las más de 400 mil víctimas.
Gabilondo, que recibió la encomienda de las instituciones públicas, entregó el documento a la presidenta del Congreso español, la también socialista Francina Armengol, en aras de que se haga “una justicia restaurativa, indemnizaciones, disculpas y reconocimiento de culpa” por parte de la Iglesia católica, que en las últimas décadas ha mantenido un “silencio cómplice” ante esta gravísima situación, en las que están involucrados centenares, incluso miles de personas vinculadas orgánicamente a la Iglesia católica.
A este respecto, Gabilondo explicó que “no es verdad que todos lo supieran. Tampoco que nadie lo supiera, pero será inevitable que la Iglesia católica colabore. Y creo que a estas alturas la Iglesia ya debe ser consciente de ello”.
Entre los numerosos testimonios de recoge el informe hay el de una persona que sufrió los abusos cuando era un niño de tan sólo 12 años, que por obvias razones mantiene oculta su identidad y que narra: “Toqué la puerta desde fuera con los nudillos, oí una voz dentro que me dijo que pasara. A primera imagen, era un hombre mayor. Franqueé la puerta tranquilo, y hasta ilusionado, ya que nuestro tutor, lo que nos había dicho, es que esa persona nos iba a escuchar para ayudarnos.
Todas esas expectativas se me torcieron cuando este hombre, sin ni siquiera saludar, me dijo: ‘desnúdate’. Cuando sentí que me empezaba a acariciar, ya todas mis dudas cayeron y mis peores temores empezaron a tomar realidad. Se levantó y recuerdo sus manos sobándome Entonces sentí un terrible dolor y quemazón en la entrada del ano.
Intentaba introducir su dedo y me hacía un daño terrible. Me revolví como pude y me giré para mirarle. En aquel momento seguía sin entender nada y me toqué la zona del culo. Estaba húmeda, era pringoso y olía muy mal. Yo no sabía qué era eso, qué pasaba y de qué iba todo eso, pero me quería ir de allí. Entré en pánico total, pero un pánico reprimido, en silencio. Me dijo que me vistiera. No le miré a la cara, yo me vestí en silencio, aterrado. Él disimulaba, haciendo como que rellenaba algún papel, o yo qué sé. Yo estaba muerto, no entendía nada de nada, yo no sabía qué es lo que había ocurrido”.